Hay cierta inconsistencia a la hora de medir la talla de los
entrenadores como tales. Su proyección efectiva en el tablero del
ajedrez que también es el fútbol, depende en ocasiones no tanto de sus
méritos y capacidades como de las circunstancias en que el azar ha
colocado a cada uno. Tiene Terrazas casi los mismos años como entrenador
que Zidane en su carné de identidad. Ha entrenado el segundo apenas un
año en segunda B con grandes medios y mediocres resultados. Lleva
Terrazas media vida en los campos de segunda y tercera sin haber pasado
en ese tablero de la segunda fila. Comparo a estos dos entrenadores
debido a que tal vez el rival de cuartos del Mirandés fuera ahora el
Real Madrid, de no haber sido antes eliminado tan lamentablemente.
Hipótesis baldía pues el mismo equipo rojillo debe su suerte a igual
torpe eliminación de Osasuna.
Me sirve en cambio para proponer el contraste entre los que lo tienen
todo a su disposición, méritos aparte, y a los que con una hoja de
servicios bien rellena andan con lo justo.
Reflexiona en sus dilatadas memorias Francisco Ayala acerca de las
ironías del destino, al considerar el modo cómo Luis Muñoz Marín, el
antiguo gobernador de Puerto Rico, negoció y pactó la fórmula de
asociación entre su hermosa isla y Estados Unidos, contribuyendo a un
cierto desarrollo económico y político de su país que se le negaba, al
tiempo que intervenía en alguna medida en la configuración y fisonomía
del potente vecino. “La historia habla -apostillaba el centenario
jurista y escritor- para bien o para mal, de Julio César y de Calígula,
de Napoleón y de Hitler, pero no recuerda los nombres de quienes acaso
rigieron con habilidad suprema y hasta con recursos geniales alguna
pequeña comunidad de escaso relieve mundial.”
Si bien Florentino y muchos de sus colegas valoran más los negocios
que la eficiencia deportiva, deberían considerar el uso de los recursos o
de los talentos conforme a la consabida parábola. Si tanto se ajustan
los costes económicos, de acuerdo con los cánones de la troika, habrá de
saberse el coste cero de la plantilla de la ribera del Ebro frente a
los millones desembolsados Castellana arriba. Así como cada euro gastado
encuentra su contrapartida en forma de sudor y digna competición. Será
que no hablamos el mismo idioma. Aun si ambos equipos se hubieran
cruzado en la disputa copera cabría trazar mayores correspondencias.
Podríamos imaginar el efecto de las dotes laboriosas de Terrazas si
estuviera en posición (¡colocación! sobre el verde tablero pide este año
a sus jugadores) de ejercitarlas en equipos de talla XXL. Flaca
memoria. Miren el currículum de Benítez tan inservible para el
gigantismo y vedettismo del conjunto merengue. Lo mismo que el aceite
con el agua. Una mancha. Lo mismo que la minuciosidad y ciencia de
Benítez refracta sobre superficie tan blanca, la grandeza de miras del
de Bilbao venía chocando contra todas las hostiles resistencias de un
ambiente próximo como el de Anduva, o aldeano, de la aldea de Obélix,
como la llamaba el otro gran entrenador de la reciente historia del
Mirandés, Carlos Pouso, en el que parecía moverse mejor.
En fin, Carlos Terrazas es un mánager, puesto que dirige toda la
parcela deportiva del club, que no cree en el fútbol entendido como
negocio. Para él lo que determina las cosas es el juego, no los
entornos. “Somos conscientes de que hay clubes con mucho mayor potencial
por tener más historia, más solera, mayor masa social y abonados...
Pero en el campo no hay tantas diferencias”, declaraba en esta misma
temporada.
Es justo allí, el verde césped, donde el míster quiere verse con los
rivales, bien pertrechadas sus ilusiones y proyectos desde hace tiempo.
Es justo allí donde Zidane demostró ser uno de los más grandes, pero un
metro más afuera su talento está por ver. Cuenta con enorme proyección
sobre el tablero. Impulso florentino, maquiavélico tal vez, para lo que
resta de temporada. Veremos.
BLAS LOPEZ-ANGULO
(Publicado hoy en As)
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