viernes, 4 de noviembre de 2016

Mister Terrazas

El Nàstic visita este domingo (12.00 horas) al Mirandés, un club que ha apostado por la figura del 'manager' británico. El entrenador vizcaíno controla toda la parcela deportiva del equipo

Publicado: 19:08 - 03/11/2016


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El técnico vasco es un gran defensor del fútbol ofensivo con el sistema 3-4-3

El fútbol británico brilló al abrigo de los managers. Entrenadores con todo el poder de gestión en sus manos. Fichajes, alineaciones, tácticas, etc. Todo corría de su parte. Hasta el tiempo. Tenían crédito casi ilimitado y acababan ofreciendo rendimiento. Desde Matt Busby al frente del Manchester United (1942-1969), Brian Clough que llevó al modesto Nottingham Forest (1975-93) a la consecución de dos Copas de Europa (1979 y 1980) hasta Sir Alex Ferguson, también en la silla de Old Trafford. 
Escribía el periodista Walter Oppenheimer hace tres años, que esa figura todopoderosa «estaba en vías de extinción» por la irrupción de los magnates y los derechos televisivos que «para contrapesar el poder del manager» introdujeron la figura del director deportivo o secretario técnico. Curiosamente, ese momento coincide con cierto declive del fútbol inglés en competiciones internacionales. Sólo el ManU de Ferguson mantuvo el orgullo british en Europa  hasta su retirada. El escocés se retiró con alabanzas, pero se aprovechó su jubilación para dar por cerrada la era de los managers. Sólo queda uno en activo. Arséne Wenger en el Arsenal. El último de su especie y al que desde hace años quieren dar caza. 
En España, el manager  es ocasional. Demasiado presidencialismo. Ningún dirigente español ha podido aguantarse mucho tiempo sin meter las narices en lo deportivo, limitando la función del entrenador a la gestión de un grupo de futbolistas del que esperan una eficiencia inmediata. Alfredo De Miguel, presidente del Mirandés, decidió acudir al vintage británico. Ataviarse un traje de tweed y acceder a la petición de Carlos Terrazas, entregándole el báculo deportivo al técnico vizcaíno en el 2013. En el Mirandés no hay ni secretarios técnicos, ni directores deportivos ni siquiera un entrenador de porteros. Terrazas lo hace todo. Ficha, entrena y elabora los informes de los rivales. Control total. Cada semana coge su vehículo y recorre media España para observar de cerca a los equipos contrarios. La pasada temporada era un asiduo en el estadio municipal de Palamós, puesto que los adversarios que dejaba el Llagostera los recogía el Mirandés. 
El modelo inglés le ha dado resultado al club burgalés. Le ha servido para mantenerse en Segunda –en la 2013-14 se salvó del decenso por los problemas con Hacienda del Real Murcia – y llegar a los cuartos de final de la Copa del Rey la pasada edición, tras eliminar a Deportivo y Málaga, en dieciseisavos y octavos, respectivamente. Lejos aún del milagro que vivió el conjunto con Pouso y Pablo Infante en la 2011-12, cuando accedieron a las semifinales del torneo.
Terrazas no solamente marca una tendencia opuesta al modelo de gestión del fútbol moderno, sino que lo fusiona con el magnetismo del sistema 1-3-4-3, que hizo famoso Johan Cruyff en el FC Barcelona. No es su caso el del Girona, puesto que el preparador vasco de 52 años prescinde de los carrileros. Su defensa de tres es total y la cobertura queda a expensas de interiores y el mediocentro defensivo. A ojos del espectador neutral la apuesta es fabulosa. Garantiza velocidad y anuncia goles, aunque el cuadro rojillo acumule tres fechas sin ver portería. Pero para el sufrido hincha de Anduva, le mantiene en una agonía constante. Atractiva, sí, pero siempre y cuando el riesgo defensivo se reduzca con sacrificio. El curso pasado el desgaste de los futbolistas para soportar los esfuerzos del extremo colectivismo que implica la táctica se cobró su factura con un final asfixiante.
Este verano se quiso dar un salto cualitativo. Sin acudir a grandes fichajes, Terrazas ha confeccionado la mejor plantilla de la historia del club (con incorporaciones como Guarrotxena o Javier Hervás) que trata de colarse entre los seis primeros. Aunque de momento no está saliendo como esperaba. El equipo ha dado un frenazo en un mes de octubre negro con tres derrotas y dos empates. Peor que el Nàstic (que ha sumado tres puntos). La crítica se ceba con el sistema. Se discute la falta de contención del equipo. Cada partido del Mirandés es una caja de sorpresas que promete goles, remontadas y emoción sin límites. Demasiado estrés. 
El fútbol en Anduva siempre ha tenido un aire británico. Sus gradas, sus cánticos, su pasión. Imposible no encajar con Mr. Terrazas.
El fútbol británico brilló al abrigo de los managers. Entrenadores con todo el poder de gestión en sus manos. Fichajes, alineaciones, tácticas, etc. Todo corría de su parte. Hasta el tiempo. Tenían crédito casi ilimitado y acababan ofreciendo rendimiento. Desde Matt Busby al frente del Manchester United (1942-1969), Brian Clough que llevó al modesto Nottingham Forest (1975-93) a la consecución de dos Copas de Europa (1979 y 1980) hasta Sir Alex Ferguson, también en la silla de Old Trafford. 
Escribía el periodista Walter Oppenheimer hace tres años, que esa figura todopoderosa «estaba en vías de extinción» por la irrupción de los magnates y los derechos televisivos que «para contrapesar el poder del manager» introdujeron la figura del director deportivo o secretario técnico. Curiosamente, ese momento coincide con cierto declive del fútbol inglés en competiciones internacionales. Sólo el ManU de Ferguson mantuvo el orgullo british en Europa  hasta su retirada. El escocés se retiró con alabanzas, pero se aprovechó su jubilación para dar por cerrada la era de los managers. Sólo queda uno en activo. Arséne Wenger en el Arsenal. El último de su especie y al que desde hace años quieren dar caza. 
En España, el manager  es ocasional. Demasiado presidencialismo. Ningún dirigente español ha podido aguantarse mucho tiempo sin meter las narices en lo deportivo, limitando la función del entrenador a la gestión de un grupo de futbolistas del que esperan una eficiencia inmediata. Alfredo De Miguel, presidente del Mirandés, decidió acudir al vintage británico. Ataviarse un traje de tweed y acceder a la petición de Carlos Terrazas, entregándole el báculo deportivo al técnico vizcaíno en el 2013. En el Mirandés no hay ni secretarios técnicos, ni directores deportivos ni siquiera un entrenador de porteros. Terrazas lo hace todo. Ficha, entrena y elabora los informes de los rivales. Control total. Cada semana coge su vehículo y recorre media España para observar de cerca a los equipos contrarios. La pasada temporada era un asiduo en el estadio municipal de Palamós, puesto que los adversarios que dejaba el Llagostera los recogía el Mirandés. 
El modelo inglés le ha dado resultado al club burgalés. Le ha servido para mantenerse en Segunda –en la 2013-14 se salvó del decenso por los problemas con Hacienda del Real Murcia – y llegar a los cuartos de final de la Copa del Rey la pasada edición, tras eliminar a Deportivo y Málaga, en dieciseisavos y octavos, respectivamente. Lejos aún del milagro que vivió el conjunto con Pouso y Pablo Infante en la 2011-12, cuando accedieron a las semifinales del torneo.
Terrazas no solamente marca una tendencia opuesta al modelo de gestión del fútbol moderno, sino que lo fusiona con el magnetismo del sistema 1-3-4-3, que hizo famoso Johan Cruyff en el FC Barcelona. No es su caso el del Girona, puesto que el preparador vasco de 52 años prescinde de los carrileros. Su defensa de tres es total y la cobertura queda a expensas de interiores y el mediocentro defensivo. A ojos del espectador neutral la apuesta es fabulosa. Garantiza velocidad y anuncia goles, aunque el cuadro rojillo acumule tres fechas sin ver portería. Pero para el sufrido hincha de Anduva, le mantiene en una agonía constante. Atractiva, sí, pero siempre y cuando el riesgo defensivo se reduzca con sacrificio. El curso pasado el desgaste de los futbolistas para soportar los esfuerzos del extremo colectivismo que implica la táctica se cobró su factura con un final asfixiante.
Este verano se quiso dar un salto cualitativo. Sin acudir a grandes fichajes, Terrazas ha confeccionado la mejor plantilla de la historia del club (con incorporaciones como Guarrotxena o Javier Hervás) que trata de colarse entre los seis primeros. Aunque de momento no está saliendo como esperaba. El equipo ha dado un frenazo en un mes de octubre negro con tres derrotas y dos empates. Peor que el Nàstic (que ha sumado tres puntos). La crítica se ceba con el sistema. Se discute la falta de contención del equipo. Cada partido del Mirandés es una caja de sorpresas que promete goles, remontadas y emoción sin límites. Demasiado estrés. 
El fútbol en Anduva siempre ha tenido un aire británico. Sus gradas, sus cánticos, su pasión. Imposible no encajar con Mr. Terrazas.

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