Al otro lado
Poco ruido y muchas nueces
(Foto: "Miranda Deportiva")
En el fútbol, los focos a menudo se centran
en unos pocos que marcan las diferencias. También los hay bajo el
estrellato, pero más a base de trucos efectistas que de resultados.
Suelen tener buena imagen, mejor prensa y explotan el aspecto estético
como nadie. Más humo que otra cosa. En sus antípodas se sitúa el gremio
de los tapados del segundo plano, esos secundarios que parece que no
están, pero que llevan el peso del reparto. Sus resultados superan en
mucho a la escasa fama que arrastran.
Un ejemplo nos visita el domingo. Carlos
Terrazas, jornalero del fútbol. Lleva media vida moldeando plantillas en
equipos modestos sin más relevancia que la que tiene el trabajo bien
hecho. Con una imagen lejos de dar bien en cámara y reñida con el
glamuroso estilo de otros, maneja con maestría los tubos de ensayo de
los que saca la fórmula del éxito en la mayoría de sus aventuras
futbolísticas. Entrenador de figura menuda, casi escuálida, y con un
pelo canoso que le pone encima más años de los que tiene, vive los
partidos desde el banquillo con una intensidad que a más de uno desde la
grada le darían ganas de saltar a jugar al campo. O de ponerle un
esparadrapo en la boca. Si eres jugador suyo y tienes la «suerte» de
jugar por su banda, de ponerte unos tapones en los oídos. Porque
Terrazas no ahorra en comentarios, voces o correcciones. Y eso se
contagia, siendo sus equipos intensos, solidarios y rigurosos
tácticamente. No juegan el fútbol más vistoso pero canjean los
artificios efectistas en una practicidad sobre la que construye equipos
rocosos y siempre competitivos.
El Lugo de Setién durante estas temporadas dio con un
par de antihéroes que le hacían la vida imposible. Uno era el
pretencioso Bordalás y su Alcorcón, y el otro, un Terrazas que, ya con
el Guadalajara o con actual Mirandés, siempre utilizaba la presión alta a
los centrales para dificultar la salida del balón y la rigidez táctica
de disponer un espacio muy limitado entre líneas, como la kriptonita que
más daño hacía al Lugo. Un entrenador que prepara excelentemente los
partidos y que conoce como nadie el oficio. El ejemplo de que el éxito
no solo se cuantifica en fama o nombre.
CARLOS MELCHOR en
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