Al Sanse le faltó la veteranía del Mirandés
El filial no consiguió materializar su superioridad en el juego ante un rival directo al que hizo pequeño
Hay días como ayer en los que el resultado es casi de lo de menos porque el Sanse jugó como un aspirante al ascenso y el Mirandés como un equipo pequeño. Así lo entendieron los más de mil aficionados de la Real que despidieron en pie a sus jugadores.
Este Sanse podrá jugar o no los playoffs por el ascenso, pero ha logrado algo mucho más valioso: que los suyos disfruten de su juego y los rivales le respeten como un grande. Si además alguno de sus jugadores termina en el primer equipo, el objetivo estará más que cumplido.
Materializar su superioridad en goles fue lo único que le faltó al filial de la Real ante un Mirandés veterano que no tiene otro objetivo que el ascenso a Segunda y que ayer se presentó en Zubieta con el único objetivo de meterse atrás y esperar su oportunidad.
Pese a la derrota, la primera después de once jornadas, el Sanse lo tiene bien encarrilado para prorrogar la temporada más allá de la liga regular. Los primeros clasificados de los cuatro grupos de Segunda B jugarán por el ascenso en eliminatoria directa, de donde suben dos, y los otros doce -tres de cada grupo- disputarán tres eliminatorias de las que saldrán los otros dos equipos que ascienden. El Sanse tiene que medirse al Sporting de Gijón, Racing de Santander y Peña Sport. Ninguno es fácil, pero todavía tiene opciones de alcanzar el primer puesto y también de quedarse fuera de las plazas de honor.
Si juega como ayer lo normal es que el Sanse se mantenga en esas posiciones altas y juegue por el ascenso. Le contabilizamos seis situaciones de gol en la primera mitad y al menos cuatro en la segunda. La más clara, en el minuto dos, cuando Olaizola no logró definir un centro de Gorosabel desde la derecha al segundo palo. Controló mal y decidió peor.
Pero, para ser justos, el Mirandés también tuvo las suyas. Fueron dos en el primer tiempo, quizás hasta más claras que las que tuvo la Real. El portero Zubiaurre se lució. Si tienen oportunidad de ver repetidas en televisión -ETB ofreció el partido en directo- dos intervenciones suyas entenderán mejor por qué se llegó con empate al descanso. En el minuto 7 sacó su pie derecho bajo palos para detener un remate a bocajarro de Llorente y en el minuto 30 pudo realizar la mejor intervención de la temporada al parar con la mano derecha un fuerte disparo de Borja a dos metros.
El Sanse jugó con una línea de cuatro atrás formada por Gorosabel, Le Normand, Lapeña y Muñoz -los dos laterales están para tener minutos en el primer equipo-. Por delante, como pivote, jugó Gorostidi respaldado por Sanz y el todoterreno Sangalli. Arriba, en las bandas, Capilla -este otro que pide una oportunidad con los mayores- y Olaizola, con Celorrio como ariete.
El Sanse hizo méritos más que suficientes para irse con ventaja al descanso, no solo porque tuvo más ocasiones, sino por la intención con la que planteó el partido. El Mirandés dio por bueno el empate antes de bajarse del autobús, jugó agazapado, y su única meta fue buscar algún balón perdido para tratar de ganar, mientras que el Sanse hizo lo imposible para tener superiorid en las bandas, con las subidas de los laterales, y por dentro, entre líneas, con Sangalli y Capilla. Los defensores de la Real jugaron la primera parte prácticamente en la línea divisoria.
Un gol y se acabó el partido
Pero ya se sabe qué pasa cuando se perdona a un equipo curtido en mil batallas como el Mirandés. Cuando más estaba dominando el Sanse, una jugada embarullada que no llevaba peligro alguno acabó en las botas de Rahmani en el segundo palo. Los jugadores de la Real reclamaron falta, pero para entonces Rahmani había sacado un disparo cruzado con su pierna izquierda que Zubiaurre no pudo detener. Zulaika confesó al término del partido que tenía «información» -suponemos que había visto repetida la jugada- para decir que al «árbitro le leerán la matrícula» por no haber visto esa acción con falta.
Conseguido su objetivo, el Mirandés llevó a la práctica el manual que tan bien ejecutaba su entrenador Pablo Alfaro cuando jugaba de central: fútbol a cuentagotas y faltas por doquier para frenar cualquier intento de reacción del rival. El Mirandés tenía el partido donde quería: fútbol bronco, intenso en las disputas y lento a más no poder.
Embotellado el Mirandés, atemorizado como un equipo pequeño -otros dirán que hizo su partido-, el Sanse todavía estuvo en disposición de marcar. Sangalli, de disparo lejano, y Lapeña, en un lanzamiento de falta que dio en la cruceta, pudieron conseguir el punto que merecieron.
("EL DIARIO VASCO")
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