El Nàstic visita este domingo (12.00 horas) al Mirandés, un club que ha apostado por la figura del 'manager' británico. El entrenador vizcaíno controla toda la parcela deportiva del equipo
Publicado: 19:08 - 03/11/2016
El técnico vasco es un gran defensor del fútbol ofensivo con el sistema 3-4-3
El
fútbol británico brilló al abrigo de los managers. Entrenadores con
todo el poder de gestión en sus manos. Fichajes, alineaciones, tácticas,
etc. Todo corría de su parte. Hasta el tiempo. Tenían crédito casi
ilimitado y acababan ofreciendo rendimiento. Desde Matt Busby al frente
del Manchester United (1942-1969), Brian Clough que llevó al modesto
Nottingham Forest (1975-93) a la consecución de dos Copas de Europa
(1979 y 1980) hasta Sir Alex Ferguson, también en la silla de Old
Trafford.
Escribía
el periodista Walter Oppenheimer hace tres años, que esa figura
todopoderosa «estaba en vías de extinción» por la irrupción de los
magnates y los derechos televisivos que «para contrapesar el poder del
manager» introdujeron la figura del director deportivo o secretario
técnico. Curiosamente, ese momento coincide con cierto declive del
fútbol inglés en competiciones internacionales. Sólo el ManU de Ferguson
mantuvo el orgullo british en Europa hasta su retirada. El escocés se
retiró con alabanzas, pero se aprovechó su jubilación para dar por
cerrada la era de los managers. Sólo queda uno en activo. Arséne Wenger
en el Arsenal. El último de su especie y al que desde hace años quieren
dar caza.
En
España, el manager es ocasional. Demasiado presidencialismo. Ningún
dirigente español ha podido aguantarse mucho tiempo sin meter las
narices en lo deportivo, limitando la función del entrenador a la
gestión de un grupo de futbolistas del que esperan una eficiencia
inmediata. Alfredo De Miguel, presidente del Mirandés, decidió acudir al
vintage británico. Ataviarse un traje de tweed y acceder a la petición
de Carlos Terrazas, entregándole el báculo deportivo al técnico vizcaíno
en el 2013. En el Mirandés no hay ni secretarios técnicos, ni
directores deportivos ni siquiera un entrenador de porteros. Terrazas lo
hace todo. Ficha, entrena y elabora los informes de los rivales.
Control total. Cada semana coge su vehículo y recorre media España para
observar de cerca a los equipos contrarios. La pasada temporada era un
asiduo en el estadio municipal de Palamós, puesto que los adversarios
que dejaba el Llagostera los recogía el Mirandés.
El
modelo inglés le ha dado resultado al club burgalés. Le ha servido para
mantenerse en Segunda –en la 2013-14 se salvó del decenso por los
problemas con Hacienda del Real Murcia – y llegar a los cuartos de final
de la Copa del Rey la pasada edición, tras eliminar a Deportivo y
Málaga, en dieciseisavos y octavos, respectivamente. Lejos aún del
milagro que vivió el conjunto con Pouso y Pablo Infante en la 2011-12,
cuando accedieron a las semifinales del torneo.
Terrazas
no solamente marca una tendencia opuesta al modelo de gestión del
fútbol moderno, sino que lo fusiona con el magnetismo del sistema
1-3-4-3, que hizo famoso Johan Cruyff en el FC Barcelona. No es su caso
el del Girona, puesto que el preparador vasco de 52 años prescinde de
los carrileros. Su defensa de tres es total y la cobertura queda a
expensas de interiores y el mediocentro defensivo. A ojos del espectador
neutral la apuesta es fabulosa. Garantiza velocidad y anuncia goles,
aunque el cuadro rojillo acumule tres fechas sin ver portería. Pero para
el sufrido hincha de Anduva, le mantiene en una agonía constante.
Atractiva, sí, pero siempre y cuando el riesgo defensivo se reduzca con
sacrificio. El curso pasado el desgaste de los futbolistas para soportar
los esfuerzos del extremo colectivismo que implica la táctica se cobró
su factura con un final asfixiante.
Este
verano se quiso dar un salto cualitativo. Sin acudir a grandes
fichajes, Terrazas ha confeccionado la mejor plantilla de la historia
del club (con incorporaciones como Guarrotxena o Javier Hervás) que
trata de colarse entre los seis primeros. Aunque de momento no está
saliendo como esperaba. El equipo ha dado un frenazo en un mes de
octubre negro con tres derrotas y dos empates. Peor que el Nàstic (que
ha sumado tres puntos). La crítica se ceba con el sistema. Se discute la
falta de contención del equipo. Cada partido del Mirandés es una caja
de sorpresas que promete goles, remontadas y emoción sin límites.
Demasiado estrés.
El
fútbol en Anduva siempre ha tenido un aire británico. Sus gradas, sus
cánticos, su pasión. Imposible no encajar con Mr. Terrazas.
El fútbol británico brilló al abrigo de los managers. Entrenadores
con todo el poder de gestión en sus manos. Fichajes, alineaciones,
tácticas, etc. Todo corría de su parte. Hasta el tiempo. Tenían crédito
casi ilimitado y acababan ofreciendo rendimiento. Desde Matt Busby al
frente del Manchester United (1942-1969), Brian Clough que llevó al
modesto Nottingham Forest (1975-93) a la consecución de dos Copas de
Europa (1979 y 1980) hasta Sir Alex Ferguson, también en la silla de Old
Trafford.
Escribía el periodista Walter Oppenheimer hace tres años, que esa
figura todopoderosa «estaba en vías de extinción» por la irrupción de
los magnates y los derechos televisivos que «para contrapesar el poder
del manager» introdujeron la figura del director deportivo o secretario
técnico. Curiosamente, ese momento coincide con cierto declive del
fútbol inglés en competiciones internacionales. Sólo el ManU de Ferguson
mantuvo el orgullo british en Europa hasta su retirada. El escocés se
retiró con alabanzas, pero se aprovechó su jubilación para dar por
cerrada la era de los managers. Sólo queda uno en activo. Arséne Wenger
en el Arsenal. El último de su especie y al que desde hace años quieren
dar caza.
En España, el manager es ocasional. Demasiado presidencialismo.
Ningún dirigente español ha podido aguantarse mucho tiempo sin meter las
narices en lo deportivo, limitando la función del entrenador a la
gestión de un grupo de futbolistas del que esperan una eficiencia
inmediata. Alfredo De Miguel, presidente del Mirandés, decidió acudir al
vintage británico. Ataviarse un traje de tweed y acceder a la petición
de Carlos Terrazas, entregándole el báculo deportivo al técnico vizcaíno
en el 2013. En el Mirandés no hay ni secretarios técnicos, ni
directores deportivos ni siquiera un entrenador de porteros. Terrazas lo
hace todo. Ficha, entrena y elabora los informes de los rivales.
Control total. Cada semana coge su vehículo y recorre media España para
observar de cerca a los equipos contrarios. La pasada temporada era un
asiduo en el estadio municipal de Palamós, puesto que los adversarios
que dejaba el Llagostera los recogía el Mirandés.
El modelo inglés le ha dado resultado al club burgalés. Le ha servido
para mantenerse en Segunda –en la 2013-14 se salvó del decenso por los
problemas con Hacienda del Real Murcia – y llegar a los cuartos de final
de la Copa del Rey la pasada edición, tras eliminar a Deportivo y
Málaga, en dieciseisavos y octavos, respectivamente. Lejos aún del
milagro que vivió el conjunto con Pouso y Pablo Infante en la 2011-12,
cuando accedieron a las semifinales del torneo.
Terrazas no solamente marca una tendencia opuesta al modelo de
gestión del fútbol moderno, sino que lo fusiona con el magnetismo del
sistema 1-3-4-3, que hizo famoso Johan Cruyff en el FC Barcelona. No es
su caso el del Girona, puesto que el preparador vasco de 52 años
prescinde de los carrileros. Su defensa de tres es total y la cobertura
queda a expensas de interiores y el mediocentro defensivo. A ojos del
espectador neutral la apuesta es fabulosa. Garantiza velocidad y anuncia
goles, aunque el cuadro rojillo acumule tres fechas sin ver portería.
Pero para el sufrido hincha de Anduva, le mantiene en una agonía
constante. Atractiva, sí, pero siempre y cuando el riesgo defensivo se
reduzca con sacrificio. El curso pasado el desgaste de los futbolistas
para soportar los esfuerzos del extremo colectivismo que implica la
táctica se cobró su factura con un final asfixiante.
Este verano se quiso dar un salto cualitativo. Sin acudir a grandes
fichajes, Terrazas ha confeccionado la mejor plantilla de la historia
del club (con incorporaciones como Guarrotxena o Javier Hervás) que
trata de colarse entre los seis primeros. Aunque de momento no está
saliendo como esperaba. El equipo ha dado un frenazo en un mes de
octubre negro con tres derrotas y dos empates. Peor que el Nàstic (que
ha sumado tres puntos). La crítica se ceba con el sistema. Se discute la
falta de contención del equipo. Cada partido del Mirandés es una caja
de sorpresas que promete goles, remontadas y emoción sin límites.
Demasiado estrés.
El fútbol en Anduva siempre ha tenido un aire británico. Sus gradas,
sus cánticos, su pasión. Imposible no encajar con Mr. Terrazas.
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