M.B.
El 1-0, gol del exterior Pedro Martín,
es una de esas jugadas que causan penalidades en la moral de un equipo.
Porque es una obra sencilla en la que se no se sabe distinguir el
mérito del goleador y las deficiencias de los defensores.
La acción se fragua en el centro del campo, donde Urko Vera acude
a desviar de cabezar un balón largo enviado desde zona de retaguardia.
El delantero del Mirandés atrae en sus proximidades a los centrales
amarillos. Vera, con la testa, prolonga el balón hacia el costado
izquierdo del ataque burgalés. Allí no estaba David Simón, porque el
lateral diestro de los amarillos se había desplazado algunos metros por
delante de la línea central del campo. A Simón no le dará tiempo
recuperar tanta distancia en el contragolpe local.
Pedro Martín es el receptor final. Encuentra
el esférico y a su lado el siguimiento de Javi Castellano. Martín
arranca con decisión en vertical hacia el área. Se frena hasta dos veces
pero decide pisar zona de peligro porque, quizá, no tenía
acompañamiento. El gemelo también titubea y no comete una falta que
habría abortado cualquier situación de riesgo.
Pero la jugada continúa hasta la línea de
fondo ... casi. Allí Martín remonta y, contra pronóstico, lanza a
portería para sorprender a Casto. De una jugada aparentemente aislada,
sin superioridad de efectivos en ataque, el Mirandés sacó petróleo. Y el
partido se puso patas arriba.
Por momentos, hasta siete amarillos y el portero Casto llegaron al área pero sin tiempo para detener la frenética jugada.
Con la firma de Manolo Borrego
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