En el fútbol con cierta frecuencia se dan casos como el del técnico vasco. Un entrenador cuyos números son incuestionables y, en cambio, el club busca un nombre de más repercusión.
El oficio de entrenador está muy caro. Cada vez más jóvenes se preparan y cursan sus estudios para obtener el carné que les faculte para dirigir equipos. No obstante, entrenar a día de hoy se ha convertido casi en una misión imposible. Las propias Agencias de Representación confirman que en el sector representar a un técnico suele entrañar una gran dificultad. Cada día llegan cientos de ofrecimientos de entrenadores que anhelan dirigir a un equipo, el que sea. Si para entrenadores reconocidos como Txetxu Rojo o Miguel Ángel Lotina resulta difícil reintegrarse en la rueda de la profesión, mucho más complicado debe resultar a los jóvenes entrenadores que no cuentan con una trayectoria que les avale como jugadores. Sin embargo, Carlos Pouso puede presumir de haber superado todos los obstáculos.
Entre 2000 y 2008, se erigió en un entrenador de futuro por el gran fútbol que desarrolló su club, el mítico Sestao River. Su labor como entrenador la compatibilizaba con su puesto de trabajo en una central naviera. Esa brillante labor le valió, después de muchos años de trabajo a sus espaldas, el salto a la SD Eibar en la temporada 2008. En el conjunto armero se reencontró con Gaizka Toquero, sin duda una dupla que representa los valores del fútbol modesto: el sacrificio, el afán de superación o la fe en un porvenir difuso. Sin embargo, el Athletic de Bilbao recupero a Toquero en el mercado invernal, la espiral de resultados se tornó negativa y Pouso acabó reemplazado. Sin embargo, ya había alcanzado un nombre nacional, lo que le facilitaría su fichaje por el Guijuelo primero –al que salvó del descenso- y el Mirandés después, club con el que ha alcanzado la fama de gran entrenador.
No es para menos. En la temporada 2011-2012 el Mirandés llega hasta las semifinales de la Copa del Rey. Esa misma temporada, el equipo dirigido por Pouso culminaría un ascenso que, la temporada anterior, se le escapó en los últimos minutos ante el Guadalajara en Anduva. Erafruto del trabajo bien hecho, y Pouso salía reforzado no por haber pilotado al club en la gesta copera, sino por haber conseguido mantener la competitividad en la liga.
En el estreno de los de Miranda en Segunda, lo difícil era conservar la categoría. Era el único objetivo del club. Muy ambicioso si se advierten los clubes con los que compartía competición. Para una población como Miranda de Ebro, con apenas 38.000 habitantes, resultaba desafiante superar a ciudades como Murcia, Huesca o Santander. El caso es que Pouso obró el milagro. Una vez más. Su figura salía fortalecida. En cambio, a los pocos días, el Mirandés confirmaba la no continuidad de Pouso, que era sustituido por Gonzalo Arconada, con el propósito de “darle un nuevo rumbo al club”. Suena extraño que Pouso no continuara o, por lo menos, que el Mirandés no retuviera a toda costa a una figura que siempre estará ligada a la historia del club. Empero, todavía más peregrino es que ningún club del fútbol español haya apostado por un técnico que, cada vez que se expresa, denota sus conocimientos. Mientras el Mirandés copaba todas las portadas con sus actuaciones en la Copa del Rey, Carlos Pouso aceptaba entrar en directo con todas las radios de este país. Aunque se le contactara más allá de la 1 de la madrugada, allí estaba Pouso, no dando nunca muestras de agotamiento ni de cansancio. Sereno en sus expresiones, pero también muy claro. Uno de esos protagonistas a los que atrae escuchar, porque desprende sabiduría en cada una de sus intervenciones.
Curiosamente, su nombre ha desaparecido del mapa. El entrenador sin equipo suele estar abocado al olvido, por mucho que no merezca esta situación. En ese oficio el haber sido futbolista te proporciona muchas ventajas. Por un lado, cuentas con un nombre ilustre, fácilmente reconocible por la masa social de un club. Por otro lado, es normal que ex compañeros de ese entrenador ocupen cargos de responsabilidad como directores deportivos de distintos clubes. Parece que Pouso no cuenta con esas llaves maestras. En el fútbol con cierta frecuencia se dan casos como el del técnico vasco. Un entrenador cuyos números son incuestionables y, en cambio, el club busca un nombre de más repercusión. Y, pese a ello, a nivel nacional nadie se cuestiona la medida. Quizá es que en la prensa nacional se desconocen las verdadera modestia de Miranda de Ebro o, muy probablemente, a nivel nacional no se entre a evaluar las noticias de segunda división por el hecho de que es una competición prácticamente inadvertida para la mayoría de analistas futbolísticos.
Sería muy interesante preguntar a los expertos por la plantilla del Mirandés, o por el historial de Pouso. Lo que está claro es que los clubes sí que deben estar al tanto de la noticia, y subrayar el nombre de Carlos Pouso. Sería una injusticia que no veamos entrenar en breve a este héroe. Los que le siguen de cerca son conscientes de su capacidad.
Si yo fuera agente FIFA, no me resultaría molesto representar a Pouso. No necesita de promoción ni de halagos. Los números hablan por sí solos. Un triunfador con los equipos más modestos habidos y por haber. Un héroe, porque en el fútbol, los mayores héroes son los que consiguen grandes resultados con pocos mimbres. El equipo que se lleve a Pouso acertará y, por supuesto, hará justicia.
La memoria no nos ha de faltar y hemos de reconocer que los números de Pouso hasta la fecha son irrefutables. Yo creo que es de agradecer su integración en Miranda de Ebro, otros que han pasado no saben ni donde esta La Picota.
La memoria no nos ha de faltar y hemos de reconocer que los números de Pouso hasta la fecha son irrefutables. Yo creo que es de agradecer su integración en Miranda de Ebro, otros que han pasado no saben ni donde esta La Picota.
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